En el año 2010, en el barrio La Matiella de Candás, había un baobab plantado en el prado a la orilla de la carretera. El árbol tenía más de 1000 años.
Las propiedades del árbol era desconocidas por los habitantes de Candás.
Unos niños llamados Amador, Rafa y Pablo siempre iban a jugar a la zona del baobab y contaban historias a la sombra de sus ramas.
Una tarde, Amador llegó contando una triste noticia:
-Cuando fui al supermercado escuché a unos obreros hablar sobre el baobab, decían que lo iban a talar para despejar la zona, contó Amador al grupo.
-¡Tenemos que demostrar que no se puede talar!, exclamó Pablo.
– Ya que en Candás no se conoce la especie, podemos investigar sobre ella para saber sus propiedades buenas y perjudiciales, dijo Rafa.
En sus casas, cada uno buscó información y estudió el árbol. Rafa estudió sus frutos y contó que de su pulpa se obtenía un líquido blanco más nutritivo que la leche materna. Pablo estudió las hojas, que tenían Vitaminas A, C, E y F y eran beneficiosas para la piel. Amador estudió su savia, pero esa no tenía propiedades especiales.
Entre los tres prepararon un escrito al Ayuntamiento para solicitar que no lo cortaran. El alcalde valoró la petición y aceptó no cortar el árbol.
Así los niños pudieron seguir pasando las tardes de juego a la sombra del baobab.
Uday.