Las celebraciones en familia, la visita a casa de los abuelos… constituyen rituales muy beneficiosos para el desarrollo del niño. Te explicamos por qué.
Ir a ver a los abuelos los domingos, leerle un cuento antes de ir a dormir o los mimos del papá después de cenar son pequeños rituales que pueden recordarse durante toda la vida. Son acontecimientos importantes que llenan la vida de un niño, haciendo que se sienta querido. Intenta trasladarte a los mejores momentos de tu infancia. ¿Estabas sola? Estamos seguros de que no. Muy probablemente, los recuerdos más bonitos de tu infancia sean celebraciones familiares, cumpleaños, reuniones… Es muy importante que el pequeño se sienta integrante de un todo, parte de un equipo. Por eso, las visitas a tíos, primos y abuelos constituirán lo que más adelante se convertirá en la imagen de sus raíces y, por lo tanto, parte de su identidad.
¿Cuánto te cuesta? Detenerte a escuchar y y a observar a tu hijo significa darle más cabida, a él y a sus sencillos deseos de niño. También significa renunciar a parte de tus obligaciones de adulto.
Inténtalo así: no hace falta programar con rituales todas las horas del día. El ritual para compartir sólo se debe reservar para algunos días de la semana.
Para tu hijo: en estas ocasiones, ofrece a tu hijo la posibilidad de escoger con plena libertad. Por ejemplo: «¿Por qué calle vamos a casa de los abuelos?», o bien «¿Qué les llevamos de regalo?».
¡Recuerda! Los recuerdos tienen más valor si se comparten en familia.