“Mamá, ¿vamos? Pero, ¿por qué hablas con ella? ¡Vengaaaaa! ¡No hables más, ven conmigoooo!”. Si esta situación te resulta familiar, te interesa este artículo.
Carlos, de cinco años, no deja que su mamá hable con nadie, ni en persona ni por teléfono. Cada vez que la mamá se encuentra con una amiga o recibe una llamada, Carlos empieza a interrumpir de forma cada vez más insistente e impertinente, con el objetivo de llamar su atención. A veces, lamamá se pone nerviosa y grita; otras veces, le sigue el juego: en ambos casos, la mamá tiene que acabar renunciando a la conversación.
Qué decir: “Carlos, ahora quiero hablar unos minutos con mi amiga Paula. Quédate aquí y escucha, si quieres. Y, si no, espérame mientras haces otra cosa. Lo que no voy a hacer es dejar de hablar, así que tú decides. Que sepas que, si me molestas, la conversación durará más tiempo. Después, hablaremos tú y yo…”.
Por qué: Es justo que defiendas tu deseo de charlar con una persona adulta, y todavía lo es más que te muestres firme a la hora de exigir un espacio propio, del que el niño está excluido.
Qué no decir: “Venga, ya acabo… Adiós, Paula, me voy porque Carlos no quiere que esté hablando contigo”.
Por qué no: De esta manera, se otorgaría a un niño de cinco años un poder inmenso, que no le corresponde y que ni siquiera sabe cómo gestionar. El peligro sería convertirle en un pequeño tirano, es decir, un niño nervioso y poco aceptado por los demás.