Evitar la sobreprotección del niño
Desde el nacimiento, el niño se enfrenta con frustraciones y pequeñas derrotas. Para él, constituyen los primeros momentos difíciles de la vida. Ayúdale así.
La mamá y el papá tienen el deber de ayudar a su hijo a construir una imagen interior de sí mismo lo más positiva posible, en la que también se deberá apoyar cuando la realidad no le sea muy favorable. Para conseguirlo, es preciso medir la protección necesaria, así como los estímulos para conocer el mundo y para ser autónomo.
Qué hacer
– Transmitir al niño una percepción tranquilizadora del mundo. Ver peligros por todas partes y no concederle gradualmente la autonomía necesaria le crea mucha inseguridad. Añadir también una dosis de ansiedad constante significa correr el riesgo de bloquear o retrasar muchos de sus descubrimientos.
– Tratar de darle ejemplo, mostrándole que, aunque se equivoque y las cosas no vayan como querría, siempre existe la posibilidad de solucionar los problemas. El niño hace suya esta actitud a partir del ambiente en el que crece, y la “absorbe” por imitación.
– Recordar que la sobreprotección de los padres, a la larga, afecta al niño. El pequeño sobreprotegido puede desarrollar una sensación de inferioridad y de incapacidad, permaneciendo excesivamente ligado y dependiente de los padres.
– Hay que dar confianza al niño cuando asegura que “no puede” hacer algo. En los primeros años, el niño debe aprender muchas habilidades, y sus movimientos se deben perfeccionar. Cuando se desanima y habla de sí mismo subrayando únicamente la parte negativa (“no puedo”), es importante rebatir su punto de vista, demostrándole que sí sabe hacer muchas cosas solo.
– El hecho de sentir que mamá y papá se ocupan de él le aporta una gran seguridad. Elogiarle cuando logra hacer algo solo, o ayudarle sin dramatizar cuando tropieza y se cae, son otros estímulos que le ayudan a aumentar su autoestima.
– Inculcar demasiado miedo puede frenar la vitalidad de los niños y, en cualquier caso, hacerles escoger el camino equivocado. Algunos estudios han relacionado un comportamiento excesivamente timorato de los padres con comportamientos transgresivos y agresivos de los hijos, una vez son mayores.
Qué no hacer
– No infravalorar los miedos del niño, pero tampoco exagerar con la compasión. Cuando se le dice “pobrecito”, en realidad, sólo se están atenuando los efectos del consuelo. De hecho, al niño le parecerá que existe una amenaza real a la que debe temer.
– No excederse con las advertencias del tipo “cuidado, que te vas a caer”, o “no vayas allí, que es peligroso”. Repetir estas frases continuamente tratando de evitar el enfrentamiento inevitable con el riesgo puede crear en el niño el miedo a no ser capaz de defenderse y dominar su integridad.
– No hacer las cosas por él cuando no puede hacer algo. Protegerle de las frustraciones no le ayuda a ser autónomo. La autoestima del niño se forma en los primeros años de vida, en función de los juicios que se expresan sobre su persona y sobre sus capacidades.
– No intervenir enseguida en cuanto el pequeño sufre un acto de prepotencia por parte de otro niño de su edad. De lo contrario, nunca aprenderá a defenderse solo y siempre recurrirá a la ayuda de sus papás.